A más de mil metros de altura, al amparo del Monte Maimón y en la falda de una colina coronada por su impresionante castillo, se alza majestuoso y monumental Vélez Blanco, localidad almeriense que ha visto pasar por sus tierras a pueblos como los iberos, romanos, visigodos o musulmanes.
Con la imponente sierra
como telón de fondo, la población aún sigue ocupando una posición estratégica en la provincia, situación que ya aprovecharon los nazaríes para reforzar la frontera del reino de Granada. Finalmente,
la villa se entregaría pacíficamente a los Reyes Católicos en 1488, hecho del que
queda constancia en la sillería del coro de la Catedral de Toledo.
La herencia musulmana ha calado hondo en Vélez Blanco. De este pueblo se
conserva casi intacta la estructura urbana, destacando el Barrio de la Morería y las fuentes: de los Caños de la Novia, Cinco Caños, Caños de
Caravaca o Caños del Mesón, todas con aguas que bajan del Maimón.
Si hay un adjetivo que
la defina es el de monumental, por el rico patrimonio que guarda entre sus
muros.
Los vestigios más antiguos se remontan a la Prehistoria, destacando las Cuevas de Ambrosio, importante yacimiento del
Paleolítico Superior, o el Cerro de las Canteras , donde se encuentran los restos del mayor poblado y la necrópolis del Neolítico que existe en toda la
Península.
Las mansiones señoriales de piedra y ladrillo, de influencia barroca, se sitúan en las principales calles de la ciudad, destacando la Casa de los Bañones o Casa de los Arcos, construida entre los
siglos XVIII y XIX.
Pero si hay una visita
obligada es la del Castillo Palacio del Marqués de los Vélez. Construido a principios del s. XVI, fue encargado a arquitectos italianos por el primer marqués de la villa, D. Pedro
Fajardo. Fue declarado Patrimonio Histórico-Artístico(1931). De la fortaleza sólo se
conserva el exterior, ya que la ornamentación interior fue vendida (hoy se puede contemplar en el Museo Metropolitano de Nueva York).